La frecuencia con la que una persona toma siestas durante el día está regulada en parte por sus genes, según una nueva investigación dirigida por investigadores del Hospital General de Massachusetts (MGH) y publicada en Nature Communications. En este estudio, el más grande de su tipo jamás realizado, el equipo de MGH colaboró con colegas de la Universidad de Murcia en España y varias otras instituciones para identificar docenas de regiones genéticas que gobiernan la tendencia a tomar siestas durante el día. También descubrieron evidencia preliminar que vincula los hábitos de la siesta con la salud cardiometabólica.
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La siesta impulsa la productividad
“La siesta es algo controvertida“, dice Hassan Saeed Dashti, PhD, RD, del Centro MGH de Medicina Genómica, coautor principal del informe con Iyas Daghlas, estudiante de medicina de la Escuela de Medicina de Harvard (HMS). Dashti señala que algunos países donde las siestas durante el día han sido parte de la cultura durante mucho tiempo (como España) ahora desalientan el hábito. Mientras tanto, algunas empresas en los Estados Unidos ahora están promoviendo la siesta como una forma de impulsar la productividad. “Era importante tratar de desenredar las vías biológicas que contribuyen a por qué tomamos la siesta“, dice Dashti.
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Anteriormente, la coautora principal Richa Saxena, PhD, investigadora principal del Laboratorio Saxena en MGH, y sus colegas utilizaron bases de datos masivas de información genética y de estilo de vida para estudiar otros aspectos del sueño. En particular, el equipo ha identificado genes asociados con la duración del sueño, el insomnio y la tendencia a madrugar o “noctámbulo”. Para comprender mejor la genética de la siesta, el equipo de Saxena y la coautora principal Marta Garaulet, PhD, del departamento de Fisiología de la Universidad de Murcia, realizaron un estudio de asociación de todo el genoma (GWAS), que implica un escaneo rápido de conjuntos completos de ADN, o genomas, de un gran número de personas. El objetivo de un GWAS es identificar variaciones genéticas que están asociadas con una enfermedad específica o, en este caso, un hábito.
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Para este estudio, los investigadores del MGH y sus colegas utilizaron datos del Biobanco del Reino Unido, que incluye información genética de 452.633 personas. Se preguntó a todos los participantes si tomaban siestas durante el día “nunca / raramente”, “a veces” o “habitualmente”. El GWAS identificó 123 regiones en el genoma humano que están asociadas con las siestas diurnas. Un subconjunto de participantes usó monitores de actividad llamados acelerómetros, que brindan datos sobre el comportamiento sedentario durante el día, lo que puede ser un indicador de la siesta. Estos datos objetivos indicaron que los autoinformes sobre la siesta eran precisos. “Eso le dio una capa adicional de confianza en que lo que encontramos es real y no un artefacto”, dice Dashti.
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Varias otras características del estudio refuerzan sus resultados. Por ejemplo, los investigadores replicaron de forma independiente sus hallazgos en un análisis de los genomas de 541,333 personas recolectadas por 23andMe, la compañía de pruebas genéticas para consumidores. Además, ya se sabe que un número significativo de genes cercanos o en regiones identificadas por GWAS desempeñan un papel en el sueño. Un ejemplo es KSR2, un gen que el equipo de MGH y sus colaboradores habían descubierto previamente que desempeña un papel en la regulación del sueño.
Mecanismos que promueven la siesta
- Propensión al sueño: algunas personas necesitan dormir más que otras.
- Sueño interrumpido: una siesta durante el día puede ayudar a compensar el sueño de mala calidad de la noche anterior.
- Despertar temprano en la mañana: las personas que se levantan temprano pueden “ponerse al día” con el sueño con una siesta.
“Esto nos dice que las siestas durante el día son impulsadas biológicamente y no solo una elección ambiental o de comportamiento“, dice Dashti. Algunos de estos subtipos estaban relacionados con problemas de salud cardiometabólicos, como una circunferencia de cintura grande y presión arterial elevada, aunque se necesita más investigación sobre esas asociaciones. “El trabajo futuro puede ayudar a desarrollar recomendaciones personalizadas para la siesta“, dice Garaulet.
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Además, varias variantes genéticas relacionadas con la siesta ya estaban asociadas con la señalización de un neuropéptido llamado orexina, que desempeña un papel en la vigilia. “Se sabe que esta vía está involucrada en trastornos raros del sueño como la narcolepsia, pero nuestros hallazgos muestran que las perturbaciones más pequeñas en la vía pueden explicar por qué algunas personas duermen más siestas que otras“, dice Daghlas.
Saxena es Phyllis and Jerome Lyle Rappaport MGH Research Scholar en el Centro de Medicina Genómica y profesora asociada de Anestesia en HMS.
El trabajo contó con el apoyo del Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales, Instituto Nacional del Corazón, Pulmón y Sangre, Fondo Académico de Investigación MGH, Gobierno de España de Investigación, Desarrollo e Innovación, Comunidad Autónoma de la Región de Murcia a través de la Fundación Séneca, Academia de Finlandia, Fundación de Ciencias Instrumentarium, Fundación Yrjö Jahnsson y Consejo de Investigación Médica.
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Fuente y referencias
Fuente original: Massachusetts General Hospital, escrito por Michael Morrison
Referencia del estudio:
Dashti, H.S., Daghlas, I., Lane, J.M. et al. Genetic determinants of daytime napping and effects on cardiometabolic health. Nat Commun 12, 900 (2021). https://doi.org/10.1038/s41467-020-20585-3
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