Un reciente estudio pone de manifiesto que el diferente funcionamiento de una proteína específica en el cerebro explica por qué algunos tratamientos psiquiátricos varían en función del sexo del paciente.
Cuando se trata de desarrollar medicamentos para enfermedades mentales, existen varios desafíos. Por un lado los hombres y las mujeres los experimentan de manera diferente, con cosas como la depresión y la ansiedad mucho más comunes en las mujeres. Un medicamento que funciona para una persona puede no funcionar para otra y abundan los efectos secundarios.
Una nueva investigación de CU Boulder, publicada en la revista eLIfe, arroja luz sobre una de las razones por las que pueden existir esas diferencias individuales. Resulta que una proteína clave en el cerebro llamada AKT puede funcionar de manera diferente en hombres que en mujeres. El estudio también ofrece una mirada más cercana a dónde, precisamente, en el cerebro las cosas pueden salir mal, marcando un paso importante hacia terapias más específicas y menos dañinas.
“El objetivo final es encontrar el nudo en la armadura de las enfermedades mentales: las proteínas del cerebro a las que podemos atacar específicamente sin afectar a otros órganos y causar efectos secundarios“, dice Charles Hoeffer, profesor asistente de fisiología integrativa en el Institute for Behavioral Genetics. “La personalización también es clave. Tenemos que dejar de golpear todas las enfermedades mentales con el mismo martillo“.
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Los recuerdos se forman gracias a las proteínas
Descubierto en la década de 1970 y mejor conocido por su papel potencial en la aparición de cáncer cuando muta, AKT ha sido identificado más recientemente como un actor clave en la promoción de la “plasticidad sináptica“. Esa es la capacidad del cerebro para fortalecer las conexiones entre neuronas en respuesta a la experiencia.
“Digamos que ves un tiburón y estás asustado y tu cerebro quiere formar un recuerdo. Tienes que producir nuevas proteínas para codificar esa memoria”, explica Hoeffer.
AKT es una de las primeras proteínas que se pone en funcionamiento, lo que pone en marcha una serie de proteínas posteriores en esa fábrica de memoria. Sin ella, sospechan los investigadores, no podemos aprender nuevos recuerdos o extinguir los viejos para dejar espacio a otros nuevos y menos dañinos.
Estudios anteriores han relacionado mutaciones en el gen AKT con una serie de problemas, desde la esquizofrenia y el trastorno de estrés postraumático hasta el autismo y el Alzheimer. Pero, como ha descubierto la investigación anterior de Hoeffer, no todos los AKT son iguales:
Los diferentes sabores o isoformas funcionan de manera diferente en el cerebro. Por ejemplo, AKT2 que se encuentra exclusivamente en las células cerebrales en forma de estrella llamadas astroglia, a menudo está implicado en el cáncer de cerebro.
AKT3 parece ser importante para el crecimiento y desarrollo del cerebro. Y AKT1, en combinación con AKT2 en la corteza prefrontal del cerebro, parece ser fundamental para el aprendizaje y la memoria.
“Estas sutiles diferencias podrían ser realmente importantes si quisiera personalizar los tratamientos para las personas“, explica Marissa Ehringer, profesora asociada de fisiología integrativa que se asoció con Hoeffer en algunas de las investigaciones.
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El género importa
Con tres años de preparación, el nuevo estudio agrega una nueva e importante arruga a la historia. Siguiendo las pautas de los Institutos Nacionales de Salud que en los últimos seis años comenzaron a requerir que los investigadores incluyeran animales machos y hembras en los estudios, se examinó de cerca cómo los ratones de diferentes géneros respondieron a la pérdida de varias isoformas de AKT.
“Descubrimos que la diferencia entre hombres y mujeres era tan grande que se convirtió en el foco de nuestro trabajo”, dijo Hoeffer. “Era como el día y la noche“.
Por ejemplo, los ratones machos cuyo AKT1 funcionaba normalmente eran mucho mejores que aquellos a los que les faltaba la proteína cuando se trataba del “aprendizaje de la extinción”, reemplazando un recuerdo antiguo o asociación que ya no es útil. (Imagínese dejar ir el recuerdo de su ruta favorita a casa desde el trabajo porque se ha mudado, o disociar un sonido fuerte con peligro).
En el caso de las hembras, no supuso una gran diferencia.
Se necesita mucha más investigación y se está realizando, pero Hoeffer sospecha que muchas otras proteínas clave en el cerebro comparten matices similares, con diferentes sabores que sirven para diferentes propósitos o actúan de manera diferente en hombres y mujeres.
Con uno de cada cinco adultos estadounidenses que viven con una enfermedad mental y las mujeres hasta cuatro veces más propensas a experimentarla durante su vida, espera que al desenredar todos esos matices, pueda mover el dial hacia tratamientos mejores y más seguros.
“Para ayudar a más personas que padecen enfermedades mentales, necesitamos mucho más conocimiento sobre la diferencia entre los cerebros masculinos y femeninos y cómo podrían ser tratados de manera diferente”, dijo Hoeffer. “Este estudio es un paso importante en esa dirección”.
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Fuente y referencias
Fuente original: University of Colorado (Lisa Marshall)
Referencia del estudio:
Wong H, Levenga J, LaPlante L, Keller B, Cooper-Sansone A, Borski C, Milstead R, Ehringer M, Hoeffer C. Isoform-specific roles for AKT in affective behavior, spatial memory, and extinction related to psychiatric disorders. Elife. 2020 Dec 16;9:e56630. doi: 10.7554/eLife.56630. PMID: 33325370; PMCID: PMC7787664.
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